jueves, 21 de abril de 2016

Mambrú

Mambrú

Las noticias que traigo,
¡del dolor, del dolor me caigo!
las noticias que traigo
son tristes de contar,
Do-re-mi, do-re-fa,
son tristes de contar.

 

Canción popular francesa
 

Querida mamá:
 

Qué bueno que ya encontraste la forma de abrir y
enviar tus correos, siempre fuiste una mujer de avanzada,
la tecnología nunca será un obstáculo para ti. Es muy im-
portante para mí poder escribirte, comunicarme contigo,
sé que estarás más tranquila si sabes que estoy bien.
 

Armando me contó que estás preocupada desde
que te enteraste en lo que ando. En verdad, hubiera que-
rido que no lo supieras, pero sabemos que es práctica-
mente imposible.


¿Que cómo llegué a esto? Pues, yo tampoco puedo
explicármelo muy bien, sólo sé que una vez que comencé
no pude, no puedo retroceder. Tal vez esta carta sirva para
aclararte, para aclararme...
 

Lo que sí puedo decirte es que la situación es tan
compleja que siento como si fuera dos personas a la vez.
Verás, mi vida había sido siempre tan monótonamente
«normal», sin más sorpresas que los regalos de Navidad
y una que otra visita inesperada. En esa vida que llevo
en casa, antes de actuar pienso primero en la familia, en
lo que aprendí, en lo que me enseñaste; si es correcto,
bien visto... Hay cosas que simplemente ni siquiera se me
ocurre hacer.


En cambio, cuando estoy aquí con Fernando prác -
ticamente olvido todo, sólo existe el momento (sé que
sue na a frase hecha, pero es así). He aprendido a arries-
garme, incluso a esconderme, a disimular, a fingir. Fer -
nando dice que nunca se imaginó que yo fuera así.
Comenta que sólo me recuerda en mi cubículo de la
redacción del periódico escribiendo frente a la computa-
dora, sin moverme ni a tomar café. Con el cabello siempre
del mismo largo, silenciosa, cumpliendo exactamente mi
horario tanto de entrada como de salida (nunca después
de las 4:30 p.m., ya sabes, corriendo a recoger a los ni-
ños). Asegura que ni leía mis trabajos, debían tener un
tono tan aburrido como yo.
 

Mamá, en verdad, el asunto va más allá de una
actitud o un comportamiento determinado. Algo en mi
interior ha cambiado de manera profunda. He aprendido
a no juzgar, a escuchar. Después que pasas momentos
como los que estamos viviendo, comprendes que una
cosa es lo que ves con tus ojos o a través del lente de la
cámara y otra distinta lo que está detrás de ese hecho.
Hoy comprendo que las diferencias entre los seres humanos
van desde cosas tan triviales como la forma de comer
aguacate, hasta cómo te relacionas con el dios en que
crees —bueno, si es que crees en alguno—. Todo es tan
relativo... tan poco definitivo. En mi vida «normal»
existía una sola verdad, una sola fe, un solo marido, una

sola forma de ser justa.
 

Lo curioso o terrible es que vienen otros más vivos
y, usando esas diferencias, se quieren apropiar de todo.
Para ellos no hay diferencias ni fe.
 

Pero como te decía, mamá, aqui siento que llevo dos
vidas y que éstas a su vez se complementan. No quiero
renunciar a ninguna. De un lado está el riesgo, la aventura
que hace que el ser, el existir, cobren otra dimensión. Pero

a la vez me resulta imposible andar por el mundo con el
corazón saltando, dando vueltas. Podrías tomarte el pulso
hasta en la punta de los dedos. Es cierto que la tensión
constante estimula, pero no se puede vivir con la idea
perenne de que en un nuevo encuentro acabará todo. En
algún momento debo detenerme, por eso necesito saber
que existe algo más, que existe la paz, un lugar como mi
casa donde todo es predeciblemente tranquilo.
 

No tenía estos planes, ni siquiera había imaginado
un pequeño giro en mi rutina. Sin embargo, ese día apa-
reció Fernando en la redacción con su propuesta y se abrió
el abanico. Ahora que lo pienso, tal vez en el fondo sí
estaba buscando, quizás hasta se me notaba y por eso fui
una candidata «fácil» y mi respuesta fue inmediata. No
lo sé, el principio ya es historia.
 

Bueno mamá, por ahora tengo que dejarte, te escribí
mientras esperaba a Fernando en un café frente al hotel,
pero ya se acerca. Él es puntual, ambos sabemos que la
puntualidad es esencial en esta situación. Unos minutos
de más en cualquier lugar pueden levantar sospechas. A
medida que se acerca me voy sintiendo nerviosa, siento
miedos ¿Por qué acepté? ¿Cómo llegué aquí? Cierta -
mente es como dices, en eso tiene razón, es como para pre-
guntarse por qué teniéndolo todo, vengo y me arriesgo de

esta manera. ¿Será que en el fondo, dentro de mí hay algo
mórbido? La tensión, el riesgo me estimulan como una
droga. Así deben sentirse los que se lanzan al vacío atados
a una cuerda elástica... A estas alturas mejor no profun-
dizo más, no ayuda, es tarde. Ya me lancé.
 

Por suerte, Fernando es un excelente compañero,
nos llevamos bien. Claro que él tiene más experiencia en
estos menesteres, pero hemos logrado ser un buen equipo.
Ya sabemos cómo compaginar nuestras responsabilidades
y conseguir la entrega a tiempo. Lo he hablado con él,

coincidimos en ese sentimiento de duplicidad. Sabemos
que nuestras vidas de verdad no se encuentran en este
lugar, sino en casa. Lo que presenciamos es la vida de
otros, ellos no tienen alternativa. En este pueblo sólo
compartimos con sus habitantes el calor, el susto por las
explosiones y el trabajo como corresponsales del perió-
dico en una terrible guerra sin sentido, sin ganadores.
 

Te quiero.
Un abrazo fuerte

Moraima

No hay comentarios:

Publicar un comentario